martes, 5 de abril de 2011

Santiago Carmona

Último poema del Capitán Garfio,
Cuando Peter Pan finalmente creció
Y no le dio más bola


Un día los huerfanitos no vinieron más,
no sonó más el timbre en casa, y dejaron
todos sus juguetes tirados en su cueva.
La pelota de fútbol se fue desinflando de a poco,
y el oso de Wendy se llenó de polvo y olor a tufo.
En la isla no queda nadie con quien jugar.
Las hadas no aparecieron más, ya que no había
nadie para aplaudir, ni que creyera en ellas.
El barco se encalló y le entró agua por todas partes,
armas y cañones se oxidaron por la falta de uso
y hasta los piratas se fueron a vender
su fuerza de trabajo al mejor postor.
Smee se jubiló, y ni las sirenas ni ninguno
de los pequeños mocosos apareció más.
Aquel engreído niño volador creció,
se casó y consiguió trabajo en la multinacional.
Si al menos estuviera mi madre todavía para
que me sirva la chocolatada, a las 4 de la tarde,
con galletitas, mi soledad sería más sostenible.


El tío Camporita y los dibujos animados


Leyendo libros de historia uno aprende mucho.
Por ejemplo; ¿por qué no habrán dejado que
gobierne Héctor Cámpora?, me pregunté un día.
La respuesta fue inmediata. La noche siguiente
tuve un sueño muy extraño
en el que iba colgado de Snarf,
aquel gato de Leono, en los Thundercats.
Y entonces se convirtió en Cámpora
y me ofreció un mate.
Fue ahí que comprendí, ya despierto,
que el tío Camporita fue el Snarf de Perón.
Un gato que quedó con cuerpo de gato
y no logró la apariencia humana
de los demás felinos galácticos.
Es esta infame situación en la que también
podemos ver que se encontraba Pluto,
el perro de Mickey, en relación a Tribilín,
el cual a diferencia de éste,
no podía hablar y se movía en cuatro patas.

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